Con grata sorpresa he podido ver y escuchar la entrevista
que CNN Chile, realizó a las dos, hasta hace poco destacadas dirigentes
estudiantiles y hoy flamantes diputadas, Camila Vallejo y Karol Kariola.
En principio, no se puede disentir del presentador cuando
dice que ambas son exponentes mayores, no solo de la juventud, sino y
principalmente de la belleza femenina chilena. Sin embargo, siendo ello
importante, no es lo más importante. Porque uno, a estas alturas de la vida, podría decir, que
efectivamente, hay muchachas muy bellas – y aquí en el Perú, por supuesto que
las hay, con todas nuestras peculiaridades de raza, de tono de piel y de
cualquier otro aderezo- y también muy inteligentes, pero tampoco ello vendría a
ser la cualidad más distintiva de las entrevistadas. No. Realmente lo
distintivo- y eso es lo que llamó mi atención- fueron sus principios, sus
convicciones y sus niveles de compromiso.
Resaltar dicha cualidad en los tiempos actuales, pareciera
una cuestión pasadista. Porque ¿quién habla de principios en estos tiempos?
Hace unos días, cuando nuestro Vargas Llosa, respondió ante un pedido de
Luciana León para que apoye un pedido de exoneración tributaria para las
regalías de los escritores contestó que no podía hacerlo “por razones de
principios”, la otra se quedó lela, sin poder entender que cosa era lo que
nuestro Nobel le estaba diciendo. Y es que el día de hoy, tiempo de la
civilización del espectáculo como diría el mismo Mario, lo que prima como móvil
del comportamiento humano, no son de ninguna manera las ideas, los principios,
las convicciones, que va. Si a un muchacho de hoy, más aún en el Perú, le
hablamos de teorías, de doctrinas, de principios, nos miran como a bichos
raros, pensando de seguro, que pertenecemos a eras geológicas ya sepultadas por
los cataclismos de la historia. Lo que hoy en día, determina el comportamiento
de nuestra gente es el cálculo rápido de cuánto es lo que puede ganar con tal o
cual acción, lo que prima es si mañana puedo salir en los medios y tentar la
gloria de la popularidad, lo que prima es estar en el centro de la noticia, no
importa si es que tenemos que hacer el ridículo, o si tenemos que sacar todos
nuestros trapitos sucios al aire, no, nada de eso importa, lo importante es
ganar dinero, fama, popularidad. Si lo lograste pues ya la hiciste.
En ese contexto llama la atención las declaraciones de
jóvenes como la Camila y la Karol. No estoy de acuerdo necesariamente con todas
sus ideas, percepciones y apreciaciones sobre la realidad social
latinoamericana, sobre la revolución cubana, sobre la democracia, pero sin
lugar a dudas no puedo dejar de reconocer que significan un viento fresco en el
alicaído y ensombrecido panorama de la política latinoamericana y con mayor
razón, política peruana.
En particular es clara y fundamentada su percepción y
apreciación de lo que ocurre con la educación. La tesis de que ésta no puede
seguir siendo entendida como bien de consumo – a la manera de un televisor, de
un auto, de un departamento, etc.- y por lo tanto, al que quiere celeste que le
cueste; sino que debe ser entendida como un derecho de todos los ciudadanos de
una república, y en tal sentido, es responsabilidad del estado garantizar dicho
acceso a la educación en todos sus niveles, con la calidad correspondiente, de
todos los niños y jóvenes de esa sociedad. Esto es concordante con la tesis de
que no existe ninguna razón, ni lógica, ni moral, que nos empuje a diseñar
sistemas, modelos e instituciones educativas de diferente calidad, de acuerdo a
la capacidad adquisitiva de las personas. ¿Por qué razón, un niño de Quintaojos
–alturas de Huancavelica- no puede acceder a una educación, con el mismo nivel
de calidad, a la que accede un niño de San Isidro o de Monterrico?
En realidad cuando podamos avanzar hacia ello, se habrá
dado realmente la gran transformación en el Perú. Por supuesto que no es solo
eso. Es también el hecho de que aquellos niños accedan a viviendas con los
servicios básicos garantizados: agua, desagüe, electricidad, gas natural,
internet. Igualmente a servicios de salud, de la misma calidad a la que accede
el hombre, o el niño, de Monterrico o La Planicie.
Ahí está el gran reto de la política de los próximos años
en el Perú. Claro, lo cual empieza por quitarle la connotación de mala palabra
que tiene ésta en nuestro medio. Tendremos que ir entendiendo que un país solo
puede cambiar a través de la política. No hay otra forma, y en las democracias,
ello pasa por lograr hegemonía cultural e ideológica –como ya lo decía Gramsci- que al final se expresará en los
votos.
Bienvenida pues, la irrupción de estos nuevos rostros, que
sin duda, refrescan la avejentada y desprestigiada faz de nuestra política
criolla.
P. Libre, 26 de diciembre de 2013
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