sábado, 12 de febrero de 2011

El otro lado de la luna


STIEG LARSSON

El otro lado de la luna

El arte en general y la literatura en particular, no son necesariamente edificantes manuales de urbanidad y buenas costumbres para los ciudadanos de un país. Es más, diríamos, que no está en su propósito principal, hacer que el hombre se comporte de la mejor manera frente a sus congéneres. Al contrario, si ella es buena literatura, precisamente pondrá el ojo, en aquello que permanece oculto, en todo aquel sórdido mundo que se esconde detrás de los buenos modales; recovecos mentales y zonas oscuras de la psique, en donde habitan fantasías extrañas, temores arcaicos y fantasmas, pasiones irrefrenables, culpas terribles, odios ancestrales, lujuria, codicia, ambición, rivalidad, placer, resentimientos, prejuicios, a fin de cuentas, miseria humana, que por razones de supervivencia social, de buena educación y hasta de higiene mental, tratamos de mantener a raya, en la vida cotidiana.

El caso es que el arte y la literatura la producen hombres concretos, de carne y hueso, llamados artistas y literatos. Y por tanto, cuando sacan para afuera, cuando exorcizan sus demonios interiores – más aún, si se manifiestan ciertos temas recurrentes- necesariamente estarán expresando dicho submundo plagado de sordidez y de miseria; pero la diferencia estriba en que lo hacen con arte, produciendo, a pesar de la pobreza o bajeza del material psíquico y humano con que trabajan, un impacto emocional de belleza. Es pues en aquel punto, que el artista y el gran escritor, se conectan al resto de la humanidad. Por que cuando, el espectador de una obra de arte (pintura, escultura, obra de teatro, película), o el lector, termina de leer una obra, queda turbado, y a medida que va saliendo del estado de fascinación, se pregunta –aunque él muy bien sabe cuál es la respuesta- cómo es posible que los seres humanos lleguemos a tal nivel de bajeza, de ruindad, de maldad.

Esa es la impresión que nos queda al terminar de leer “Millenium”, aquella colosal obra de Larsson. Luego de habernos sumergidos por unos días en su fascinante trama, decimos, sorprendidos, que no creíamos que en Europa, particularmente en la pacífica y educada Suecia, pudieran ocurrir tal cantidad de barbaridades: maltrato y tortura al menor, sodomización de una chica adolescente con discapacidad, negocios turbios propios de empresarios mafiosos, arreglos en las cúpulas del poder, que tratan a toda costa de asegurarse, no importando el individuo. Del mismo modo, al terminar “El sueño del Celta”, nos quedamos todavía, medio cojudos, después del espeluznante recorrido por las sentinas de la condición humana, acompañando a Roger Casement –dicen que el pobre terminó algo loco- y presenciamos el salvaje trato, las infernales torturas, a que eran sometidos los nativos del Congo y luego, nuestros compatriotas del Putumayo, a fin de asegurar las necesarias cuotas de marfil y de caucho para las grandes y supuestamente educadas empresas británicas.

Y entonces nos volvemos a preguntar: ¿ es que los seres humanos somos así?

Y lamentablemente, la respuesta es que si. Y es que en tanto especie humana, llegamos a este mundo, portando nuestro equipaje biológico e instintivo, de base animal. Es cierto, que han pasado 35,000 años, de la época en que estábamos aún en las cavernas. Pero eso, es nada, comparada con la evolución de las especies, del planeta tierra y del universo. El proceso civilizatorio, que nos permite estar en permanente guardia contra dicha herencia animal, es reciente. Apenas, está en sus inicios – etapa de primera infancia, podríamos decir-. Acaso cuando pasen unos 35, 000 años más, habremos dejado atrás, quizá para siempre, aquella impronta animal, y entonces, la ruindad, la bajeza, la ambición, el egoísmo campante, los prejuicios raciales, los odios ancestrales, las rivalidades, la maldad, la estupidez humana se hagan parte del pasado. Y viviremos entonces, en el reino de la solidaridad y de la libertad, del altruismo y la bondad, de la ternura y del respeto mutuo.

Pero hoy, es tan sólo al interior de cada persona, que se puede dar esta batalla. Y será nuestra conciencia humana y moral, la que en el día a día deberá alumbrarnos. Somos seres de nuestro tiempo, y por tanto, no podemos decir, a priori, que la batalla está ganada. Es por esa razón que se explica el que hayamos tenido grandes hombres, creadores, artistas, como Vallejo, Picasso, Borges, Celine, Ezra Pound, Heidegger, brillantes en sus campos, pero una calamidad en las interrelaciones humanas, hombres plagados de prejuicios, de fobias, en fin, de estupidez plena en una serie de sus actos o declaraciones como ciudadanos.

Así pues, mientras transcurran los siguientes 35,000 años, el arte y la literatura, si es buena, seguirá retratando nuestras miserias, con suprema maestría en el manejo del pincel, la pluma o el piano, y eso será como un permanente recordaris: no olvides que esto eres como ser humano, no lo olvides…

Y sin embargo, la esperanza cierta, es que será en la escuela, al interior de las familias, en el ejercicio de la vida cívica, en el cultivo de los valores democráticos, en donde, atendiendo a la interpelación del arte y la literatura, debemos marcar a fuego lo que como personas y ciudadanos debemos llegar a ser.

P. Libre 30 de Enero de 2011