jueves, 16 de enero de 2014

La Megacomisión ya fue. Ahora todos a embanderar sus casas

Quizá esta expresión, aparentemente ingenua – aunque también puede ser cínica- de un aprista de pueblo, grafique en buena parte lo que en principio la retorcida mente del viejo animal político alumbró en medio de la tremenda preocupación por verse de pronto excluido de la posibilidad de seguir siendo el rey por tercera vez en estas tierras del Señor, llamado Perú.
Lo triste, en todo caso, viene a ser el hecho de que muchos peruanos hayan, finalmente, pisado el palito. Argumentos patrioteros hay de sobra: “tengo el orgullo de ser peruano”… “será un día de reivindicación nacional”… “Yo amo a mi bandera y a mi país”, etc, etc. Pero, por favor, ¿realmente piensan que un hombre como el aludido, acusado por enriquecimiento ilícito y desbalance patrimonial, por el caso de los colegios emblemáticos, los contratos del programa “agua para todos”, el caso Business Track (BTR) y el tema de los narcoindultos, pueda, de pronto, haber sufrido un súbito arranque de patriotismo, acendrado amor a la patria, y estar dispuesto si es posible a “quemar hasta el último cartucho”?
¿Acaso no lo pintó de cuerpo entero, su actuar frente al caso de nuestros compatriotas de Bagua? ¿No fue acaso él, quien habló de peruanos de 2da. Clase y pretendió pasar por encima de siglos de historia, tradiciones y cultura, intentando privatizar por decreto la Amazonía? ¿Dónde, en qué recóndito lugar, se escondía por entonces su profundo patriotismo?
¿O cuando en el 2,009 sorprendió a tirios y troyanos, diciendo una serie de insólitas frases- por no denominarlas de otra forma-, cargadas de profundo desprecio, además de desconocimiento científico, acerca de la cultura y del alma andina?- ah, por Dios, querido Arguedas, si hubieses estado vivo, quizá te hubieras vuelto a  morir- ¿Cómo es posible que un hombre así, haya ocupado el más alto cargo en el Perú –hasta por dos veces-, sosteniendo tesis tan aberrantes –sustentándose en anacrónicas ideas respecto a las razas- como las de afirmar que el peruano, en particular el hombre andino es triste, melancólico, y que se contenta con cultivar y chacchar su coca, y por otro lado, sostener que el colombiano – así, hablando en genérico y con un punto de vista sustancialista- es alegre, hiperactivo, por influencia de los genes ibéricos, del componente negro y del “antropófago primitivo” – ¿pero por Dios, qué está diciendo este señor?
Entonces, ¿ese es el hombre que el día de hoy, se rasga las vestiduras y pretende presentarse como el más auténtico y aguerrido defensor de la peruanidad?
Pero si está más claro que el agua que a él nunca la interesó la peruanidad, y por ese motivo, ni la estudió o en todo caso no entendió nada de lo que ya nos hablaron aquellos peruanos esenciales como Valcárcel, Mariátegui, Alegría, Vallejo, Arguedas, Basadre, Matos Mar, Lumbreras, Flórez Galindo, Degregori. Pero no solo eso, por lo que sí está claro es que bajo sus gobiernos se produjeron las mayores violaciones a los derechos humanos y los más grandes latrocinios en perjuicio del estado peruano, que es lo mismo que decir, del pueblo peruano.
A fin de cuentas, ¿qué es el patriotismo, que es el ser un buen peruano? No es por cierto, poner una banderita en tu casa, prenderte la escarapela en el pecho, ni salir a las calles en plan de marcha militar. A propósito de esto último, ¿acaso no crecimos creyendo que lo militar era el súmmum del patriotismo y la peruanidad? Y qué paso con los militares en el Perú, que aparte de no haber ganado ni una guerra, nos sumieron en la más profunda vergüenza en la nefasta y cercana era del fujimontesinismo, cuando de la mano del Rasputín criollo, casi se llevaron en peso el país –y ahí están ahora, muchos de esos generales, coroneles, etc. sufriendo condena en prisión- sino que se entregaron en cuerpo y alma, totalmente sometidos, a la voluntad del dictador y su compinche. Eso es vergüenza, eso es deshonor, eso es antipatriotismo.
Así que no nos vengan a contar cuentos ahora, que ya estamos bastante creciditos. Lo único que persigue, el de pronto embargado por un sentimiento abrumador de patriotismo, es volver a pescar incautos – en política, eso se llama, tratar de ganar correlación de fuerzas en el país- para que llegado el momento de las acusaciones constitucionales –pende la posibilidad de su inhabilitación política para volver a ostentar cargos públicos- y el paso al Ministerio Público y de ahí al Poder Judicial, salga la gente a defenderlo, clame la opinión pública en contra de los comunistas, de los resentidos nacionalistas y demás hierbas, a favor de él, de su candidatura y por tanto de la supervivencia del viejo cascarón aprista.
De tal modo pues amigos, que habrá que vacunarse contra esta súbita fiebre de patrioterismo, seguir llevando sinceramente en el corazón a nuestro Perú- que empieza por reconocer y asumir nuestra historia, nuestra cultura, y no despreciarla-, cumplir del mejor modo nuestro trabajo en el día a día, tratar de seguir cultivando valores del respeto al otro y la tolerancia, cuidar nuestra ciudad, practicar una cultura de paz y de convivencia pacífica, evitar todo brote de posible chauvinismo trasnochado; y en todo caso, estar dispuesto a embanderar nuestras casas, cuando los más grandes corruptos, sean realmente castigados, porque eso quedará como ejemplo para nuestros hijos – así como aconteció con la condena al dictador corrupto- de que todavía podemos seguir soñando con un Perú justo, donde no reine la impunidad, un Perú grande, un Perú digno.

P. Libre, 15 de enero de 2014