domingo, 17 de abril de 2011

Perú: ¿entre el cáncer y el sida?

Los resultados de las recientes elecciones presidenciales en el Perú, sorprendieron a propios y extraños. Ni siquiera las mismas huestes del comandante, imaginaban que iban a quedar tan bien colocados en el resultado general. Por su parte, el fujimorismo supérstite, demostró su vigencia y vitalidad, a pesar de los años transcurridos. Los que si quedamos pasmados, anonadados y muy preocupados, fuimos los que habíamos apostado al voto de centro. Ah, el centro, quien diría que años después, algunos que antaño fuimos gente de izquierda estaríamos soñando con un triunfo del llamado centro que en esta oportunidad representaba de mejor modo, el candidato Alejandro Toledo.



Realicemos un breve esbozo de análisis sociológico a lo ocurrido. Los sectores A, B se orientaron abrumadoramente por PPK. De otro lado, su voto fue básicamente urbano, y por cierto con bastante apoyo juvenil (importancia de las redes sociales, que le dicen). Está claro que no debemos escatimar los méritos de sus inteligentes asesores que lograron maquillar, renovar, refundar, prácticamente darle una nueva identidad, a un miembro de la clase política tradicional- recordemos que él ha sido Ministro en diversos gobiernos, desde la época del belaundismo- haciéndolo aparecer como un novedoso fenómeno, especie de outsider en la política nacional. ¿Cuánto le deberá el arrastre electoral de PPK al pkuy? Lo cierto es que al final, haciendo un análisis desapasionado, Kuscinzky cosechó casi la misma cantidad de votos y en los mismos bolsones electorales, que tuvo Lourdes en las anteriores elecciones presidenciales. Toledo recogió votos de los sectores B, C y parte del D. De otro lado, Keiko cosechó votos de los sectores C, D y parte del E. Y Ollanta, arrasó en sectores D y E, además del voto rural y provinciano. En la capital quedó mejor parado que en anteriores oportunidades. Hay que ver en el mapa político del Perú, la forma impresionante en que cosechó el aluvión de votos, de todo el sur del país, dando la impresión visual de una partición en dos perúes – como diría Macera- desde la zona central (Junín) hacia abajo, todos con Humala, y hacia el norte, con los diversos partidos.



¡Pero cómo se explica este aluvión electoral de Humala, y en parte lo recibido por Keiko?


En general se puede decir que expresan el descontento popular respecto a la gestión del gobierno aprista y su ineficacia para que la supuesta bonanza llegue a todos los rincones del país. Ello iría de la mano con la repulsión generalizada ante las espeluznantes noticias sobre la corrupción en las altas esferas del poder. Un analista de Harvard –ejecutando su año sabático en la Universidad Católica- dice: el pueblo ha sancionado a un Presidente holgazán, que mantuvo simplemente la economía en automático y se dedicó a inaugurar obras de impacto en la opinión pública y punto. También se expresaría en dicho voto, una creciente preocupación respecto al tema de la seguridad y el orden en el país.


Hasta ahí las probables coincidencias. En el caso de Keiko, sin embargo, se puede apreciar un voto más orgánico (aquel mismo profesor dirá: en realidad es el único partido o movimiento político en el Perú). Si alguna virtud, ha podido mostrar Keiko en estas elecciones, es que ha sabido administrar bien, el capital político que le dejara en herencia, su padre, el dictador. Esto quiere decir, que aparte de los sectores socio- económicos C y D es decir gente que acaso durante el gobierno fujimorista, empezó a acumular capital, por las buenas o por las malas; también hay sectores que provienen del pueblo, con claro sesgo autoritario, y hasta fascistoide. Son esos sectores, los que en cualquier circunstancia próxima no pensarían dos veces en volver a apoyar cualquier cierre de Congreso y la cercenación de las libertades democráticas. Y ya sabemos por experiencia directa todo lo que ello significó para los peruanos en la década del 90. No sólo una militarización del país con militares cobardes que nunca ganaron batalla alguna pero enriqueciéndose a más no poder –felizmente hoy muchos de ellos purgan condena-; el incremento astronómico de la corrupción, y lo más terrible, la sistemática violación de los Derechos Humanos, con grupos Colina y Montesinos de por medio.


Respecto a Ollanta, si su voto es esencialmente el voto de la infructuosa espera, voto del hartazgo y hasta de cierta desesperación, proveniente fundamentalmente de los sectores más empobrecidos y olvidados de la sociedad peruana, tendrá que realizar ahora un esfuerzo supremo de sagacidad y capacidad de comunicación para convencer a los amplios sectores de la clase media. Tarea que debe empezar por convencer, desde aquellos sectores mesocráticos de la capital y las principales ciudades del país, empleados públicos y privados, maestros, los que poseen un negocio unipersonal – tienda, cabina de internet, hasta pequeñas escuelas privadas-; pasando por aquellos que con esfuerzo construyeron su casita con material noble, que adquirieron su combi o un auto para hacer taxi y han llegado a tener sus ahorros en algún banco; hasta llegar a los que mueven la economía de Gamarra, Las Malvinas y otros, capitalismo emergente que le llaman o “el otro sendero” al decir de De Soto. Gran tarea para convencerlos, decíamos, de que su opción de gobierno es la mejor frente a la opción de Fujimori.


Pero como se entenderá ahí existe una cuestión programática fundamental: ¿se reafirma en los lineamientos esenciales de la economía de mercado – con rostro social, como diría Toledo- o se orienta hacia un cambio de paradigma? Si hace el necesario viraje hacia lo primero, podría decirse que tiene aquel voto asegurado. Si hace lo contrario, una vez más se le irá de las manos la Presidencia de la República. Pero es cierto que no todo puede quedar en el papel escrito. Él tendría que dar muestras concretas de que efectivamente va por ese camino. Una decisión de impacto sería conversar y en el plazo más próximo presentar a quien sería su ministro de economía. ¿Kuscinzky? ¿Mercedes Flóres Aráoz? ¿Silva Ruete?


Ciertamente que hay una segunda cuestión fundamental – aunque sea la de menor importancia para las amplias masas- y esa es la cuestión de la Democracia. Efectivamente Ollanta es un militar, y como tal tiene la mentalidad de cachaco. No estamos hablando pues, de un hombre cultivado, que conoce la historia de la democracia en occidente y que incondicionalmente, asume los valores de la misma. Para la humanidad tuvo que transcurrir algunos milenios, para que descubriera que en la vida social, era necesario encontrar una forma en virtud a la cual se organizara el poder de tal modo, que se aseguraran las libertades básicas para sus ciudadanos –entre ellas, acaso la más preciada, la libertad de expresión-, como base para avanzar hacia una economía de bienestar, y esa era la Democracia representativa. Si no existe auténtica convicción al respecto, mas aún, teniendo en cuenta que al interior de su movimiento, existe una psicología de grupo de carácter racista y hasta fascitoide – hablamos de los llamados reservistas, también denominados los etnocaceristas, y fíjense en su prefijo- coexistiendo en el momento actual con rezagos del marxismo- leninismo- maoísmo; entonces podemos abrigar fundadas sospechas, de que en cualquier momento, también la democracia puede ponerse en peligro.


Esperemos que en los próximos días, la situación de vaya decantando y que el humalismo, por el bien del país, se vea imperiosamente precisado a no solo firmar documentos con otras fuerzas políticas, en vista a la formación de un frente amplio o una concertación nacional, sino que en ese decurso – que necesariamente tiene que ser muy rápido- realice las críticas y autocríticas internas –lo cual implica derrotar en su interior a las tendencias extremistas e infantilistas-, que verdaderamente lo lleven a replantear puntos programáticas fundamentales, como son, el respeto a las libertades democráticas de modo irrestricto, vigilancia suprema y respeto a los Derechos Humanos y reafirmación en la economía de mercado, ahora si, con rostro social. Ello tendrá que darse de la mano, con gestos políticos concretos que convenzan definitivamente a la opinión pública nacional. Si así lo hace Ollanta, quizá estemos abriendo un nuevo capítulo en la historia política del Perú y dando un paso adelante en el camino del progreso y la justicia.


P. Libre, 17 de Abril de 2011