jueves, 30 de diciembre de 2010

¿Se sigue jodiendo el Perú?

En frase de antología, Zavalita, de cara hacia la transitada y sucia avenida Tacna, en pleno centro de Lima, se pregunta: ¿En qué momento se jodió el Perú?[1] Desde entonces han transcurrido algo más de 40 años y aquella pregunta, de cuando en cuando, repica todavía en nuestras conciencias. Repica con más fuerza aún, en época cercana a las elecciones nacionales. Y es que aún no deja de sorprendernos el hecho de que la hija del dictadorzuelo y ladrón de ojos rasgados, cuente con cerca de un 20% de apoyo electoral. Y entonces uno se pregunta: ¿es posible que los peruanos sigamos sufriendo de este mal de la memoria, especie de síndrome de Korsakoff nacional?[2]

No está lejos de la verdad, Hildebrandt –el valiente periodista nacional- cuando refiriéndose a aquél, dice: “hombre que emputeció a las fuerzas armadas, hizo del Congreso un chiquero y suprimió el orden constitucional”. Eso, y el haber saqueado las arcas nacionales –los miles de millones de dólares por el remate de las empresas públicas- con la banda, que encabezaba su siamés moral, Montesinos, además de la sistemática violación a los derechos humanos, sería suficiente como para marcar a fuego a dichos sujetos, para nunca más pensar en un retorno a su brutal y delincuencial régimen.

Pero, como bien se dice, una cosa son los deseos y otra, la dura realidad. A inicios del 2005 –hacía unos escasos 4 años de la caída del régimen- en pleno gobierno de Toledo, se produjo el llamado Andahuaylazo, asonada ridícula encabezada por los trasnochados hermanos Humala. De inmediato empezaron a sonar voces, por diversas partes del país, que le brindaban apoyo moral a dicha aventura. En el fondo, eran los mismos de siempre, aquellos que nunca confiaron en el sistema democrático, y que insultos más o insultos menos, consideraban a Toledo, un inepto, para gobernar el país. Y entonces, fantaseaban con la vuelta al poder del hombre fuerte. Es sorprendente, pero en ese contexto, en algunos sondeos de opinión realizados, Fujimori, empezó a contar nuevamente con importante apoyo. Increíble, pero así es nuestro país. Luego vino todo el suceso referido a la captura del impresentable nisei, su juicio y condena, hoy su purga en prisión, y sin embargo, existe aún en la sociedad peruana, una vertiente dura de fujimorismo supérstite.

Y no se piense que solo se trata de sectores empobrecidos de la sociedad peruana, aquellos humildes hombres y mujeres que en los lugares más alejados del país, recibían agradecidos un kilo de arroz o una botella de aceite de parte de los funcionarios del régimen; sino también de sectores de clase media y alta en el país. Claro, por que en primera instancia, cuando uno se pone a pensar en cómo fue posible que se instaurara un régimen de horror, de desprecio a los derechos humanos, de repudio a los partidos políticos y de práctico rechazo al sistema democrático, uno podría decir, que no se valora lo que no se conoce, y por tanto, sería una interpretación más aplicable para lo que pudiera suceder con los primeros sectores sociales mencionados, pero ¿cómo entenderlo en mente de personas medianamente ilustradas?

El suceso más sorprendente fue acaso el de aquel cura, hoy cabeza de la Iglesia católica peruana, cuando refiriéndose a los derechos humanos, dijo que eso era una cojudez. Entonces, en el fondo del asunto, hay una cuestión de Valores. Y en esencia es como que a cada momento se manifiesta en los diversos actos de nuestras vidas, la eterna lucha entre el orangután que llevamos dentro, aquella ineludible naturaleza biológica, todo aquello que nos viene de fábrica – y ahí tenemos entonces a los impulsos primarios, las reacciones elementales de ira, violencia, miedo, placer- es decir todo aquello que nos liga y emparenta con nuestros antecedentes proto humanos vs. aquello que trae la civilización, la educación, los valores de la tolerancia, el respeto al otro, la libertad; expresión toda ella de la conquista civilizatoria, asunción y defensa irrestricta de los derechos de la persona humana.

Y esta conquista a nivel de valores, que es lo único que nos diferencia de lo primitivo, de lo salvaje, de lo prehistórico, se incuba al interior de cada mente individual, teniendo como soporte micro social, a los padres, la familia y luego, su comunidad. Los prejuicios, el racismo, la intolerancia, es lo natural; eso viene de fábrica. El respeto al otro, la tolerancia, la libertad, eso se aprende, se logra con la educación – que nace desde el hogar y que en el mejor de los casos, se redondea en la escuela, pero más aún, en el conjunto de la sociedad-; y ello es lo que finalmente nos hace verdaderos seres humanos. Lo otro es pre historia y cultura de las cavernas. No sigamos pues jodiendo al Perú, cada día.

P. Libre, 30-12-10



[1] Vargas Llosa, M. “Conversación en la Catedral”. Edit. PEISA. 1,996

[2] En el síndrome de Korsakoff, propio de pacientes alcohólicos, se afecta tanto la memoria retrógrada (hasta por décadas, hacia atrás), como la memoria anterógrada (no pueden grabar nuevos aprendizajes).

Deicidio creativo vs. Realismo prosaico

Decía Vargas Llosa, que José Donoso era pura literatura[1]. Incluso contaba que cuando fue a verlo a su casa en Mallorca, parecía que aquel recibimiento era toda una puesta en escena teatral. En primer término, que Mario no debía llevar a su madre. Luego, en la víspera, María del Pilar, azorada, llamando para suspender la cita, por que Pepe no encontraba los espejitos. ¡Qué carajo son esos espejitos¡ habría pensado, francamente molesto, nuestro escritor. Luego la siempre atenta María del Pilar, le contaría que Pepe, cada tarde en que sentía la cercanía inefable de la parca, lo consultaba, para ver cuan cerca se hallaba aquella. En fin, el hombre tenía sus manías y obsesiones, pero vivía en cuerpo y alma entregado al arte y la literatura. “Un loco genial”, diría nuestro escritor.

A propósito de ello, la pregunta que me hacía era: ¿se puede realmente vivir entregado de modo pleno al arte, la música, la poesía, la literatura, sin que ello afecte nuestro diario vivir?

Hace poco el propio Mario, sorprendió a propios y extraños en todo el mundo, refiriéndose con sentido cariño a su compañera de toda la vida, Patricia, recordando, con gracia, que ella es tan buena, que hasta cuando le riñe le hace un bien: “Mario, tú para lo único que sirves es para escribir”.

Mas allá de cualquier reacción emocional o de hilarante respuestas del auditorio, lo que para nuestro propósito sirve, es para entender hasta que punto un hombre entregado en cuerpo y alma a su pasión, en este caso, la literatura, puede desprenderse de las cosas mundanas, ponerse más allá de las grises y tediosas cuestiones prosaicas de la vida.

En la historia de la humanidad, esta pugna eterna por dar cauce libre al sueño, la utopía, la desbordante imaginación, el afán supremo por crear una realidad distinta que la que nos rodea- acaso gris, empobrecedora, en muchos casos, miserable- parece ser una constante. Como bien lo dijo en su discurso, nuestro Nobel, sin las ficciones de la imaginación y la literatura, venida desde antaño- desde cuando a la luz de una hoguera en las cavernas, los contadores de cuentos, fascinaban a sus oyentes- la vida humana sería muy pobre. Con ella, la literatura, alumbrando maravillosas fantasías, fascinantes historias en las que siempre terminaba venciendo el bien sobre el mal, nos hicimos más críticos, más inconformes con la realidad real, y entonces nos pusimos a trabajar o luchar, para que la vida, se tornara más bella, más justa, más noble, vida digna de ser vivida.

Pero entonces tenemos que en el plano personal, existen ciertas personas que van a dedicar su vida a esta labor, diríamos, especializada, de crear belleza, de ficcionar e inventar mundos posibles, de alumbrar historias maravillosas en donde todo puede ocurrir, de ser demiurgos de seres fascinantes, turbadores, que acabada de repente la historia, se quedan a vivir para siempre con nosotros, tal como ocurre con el Jean Valjean de Víctor Hugo, para siempre perseguido por el inefable inspector Gerard, por calles, túneles y esclusas del viejo Paris; la incansable Lena de “Luz de agosto” que recorre kilómetros de kilómetros, embarazada, para encontrar a su hombre o la atormentada Alejandra, que enloquecida- y enloqueciendo a Martín- se acerca, fascinada a los terribles acantilados de la muerte en aquella maravillosa y conmovedora obra que es “Sobre Héroes y tumbas”.

Estos seres especiales, son los creadores, son los artistas. Cuando lo son en cuerpo y alma, pasan por la vida, como seres etéreos, enigmáticos, fascinantes, indescifrables. Y efectivamente suelen estar por encima del bien y del mal – conozco a varios de ellos, entre ellos, acaso mi propio hijo, músico en todas sus células- y de las cuestiones prosaicas de la existencia. Pero deben sobrevivir. Y entonces cuando tienen la suerte de encontrar a personas que se puedan ocupar de dichos asuntos cotidianos, pues siguen adelante. Así habría ocurrido en el pasado, cuando los mecenas, a la manera de los Médicis en la Florencia del renacimiento, garantizaban al creador el necesario sustento para que pueda dedicarse en cuerpo y alma a su arte. De ahí, tenemos que agradecer entonces a dichos Príncipes, Duques y Condes de la época antigua, por habernos dado un Miguel Ángel, un Leonardo o un Sanzio. En la era contemporánea, lo que ocurre es que dichos creadores, demiurgos de mundos posibles, encuentran de repente padres, familiares o una pareja que pueda ver por ellos, de tal modo que el ocio creativo pueda verse garantizado. Así habría ocurrido, hasta cierto punto, con don Pepe Donoso, o el mismísimo Mario.

Hasta aquí todo puede entenderse de buen modo; es decir que en la disyuntiva de irse por los caminos de la imaginación, de la creatividad, del sueño y la utopía en el plano personal o irse por el realista camino de la vida cotidiana y prosaica, podemos optar por lo primero, teniendo en cuenta la ejemplar vida de los grandes creadores de la humanidad. El problema aparece en el plano político. Y aparece cuando el sueño, la fantasía, la propia utopía se imponen en el campo de las decisiones de gobierno, impregnan los programas sociales o económicos a aplicarse en la realidad.

Ahí, y eso lo he ido aprendiendo con el tiempo, se requiere más de pragmatismo que de sueños. Se pueden, por supuesto, y se deben, mantener los grandes principios de lucha por la justicia, la igualdad, la solidaridad, el respeto mutuo, pero luego cuando se quiere llevar todo ello a la práctica, tenemos que hacerlo sobre el prosaico, aburrido, tedioso, terreno de la democracia, de la tolerancia, de los consensos, de los programas a corto y mediano plazo, en fin, todo lo que debe formar parte de la buena política. Ese es el camino que desde la izquierda inauguraron hace unos años, Michelle Bachelet en el hermano país del sur, y el legendario líder obrero, Lula, en Brasil, y que hoy, esperanzadoramente, pretende recorrer Susana Villarán en el Perú.

Acaso, el gran drama de América Latina, haya sido que se confundieron las cosas, y la utopía, el sueño y la ficción impregnaron la política, mientras que lo prosaico, lo trivial, lo gris, inundó la mente de nuestros creadores.

P. Libre, 28 de Diciembre de 2010



[1] “José Donoso o la vida hecha literatura”, en: Vargas Llosa, M. “Sables y utopías. Visiones de América Latina”. Edit. Aguilar, 2009.

El miedo a tocar las estrellas

Parece ser claro que las personas – en relación directa al micro clima cultural en que nacemos y nos criamos- incubamos una especie de traba o resistencia interior para avanzar hacia el éxito pleno y “tocar las estrellas con las manos”. No se si ello sea más marcado aún entre los peruanos. Aquellas frases de antología de: “casi nos clasificamos al mundial”, “casi le ganamos a Brasil…bueno, le empatamos” o “casi ganamos el Oscar”; nos hacen pensar que algo de ello parece darse entre nosotros. Y quizá lo peor de todo, es con esa medianía en los logros, nos sentimos felices.

El caso es que capacidades y talento tenemos. La muestra de ello es que en los diversos campos hay ciertos individuos que logran las cimas del éxito: en la gastronomía, tenemos a un Gastón; en la literatura, antes a un Vallejo, un Eguren, un Arguedas, ahora un Vargas Llosa; en la pintura, antes un Sabogal, hoy un Szyslo; en la historia, un Basadre; en la música, un Pulgar Vidal, un Celso Garrido Lecca; en el ajedrez un Julio Granda, y así por el estilo. ¿Pero por qué esto no se hace algo general?

Pienso por que en el fondo, tenemos miedo. ¿Miedo a qué? Por un lado, miedo a ser diferentes –quizá más cómodo es quedarse en la uniformidad de la medianía-, miedo a atreverse a mirar hacia arriba. Miedo a contemplar la luz de las estrellas, miedo a soñar que podemos alcanzar una de ellas y cubrirnos con su luz, miedo a mirar las alturas, las cumbres y cual Jorge Chávez moderno, querer remontarlas, miedo a que de repente, estando en lo mas alto, algo o alguien, nos haga perder el equilibrio y caer, en picada. Es entonces, que en muchos casos, habiendo avanzado buen trecho, dando muestras plenas de nuestro talento, estando muy próximos al triunfo final, es que buscamos- de modo inconsciente, claro está- el pretexto perfecto para no triunfar. Es como aquella imagen de Eddie – Paul Newman- en la excepcional película “El audaz”, que cuando ha venido ganando durante toda la noche en el billar a su rival – un gordo mafioso- accede a seguir jugando unas partidas más, pero previamente se manda media botella de whisky entre pecho y espalda. ¿El resultado? Pierde todo lo ganado – en la película, unos 12, 000 dólares-, ah, pero tiene una buena coartada: “Es que estuve ebrio”.

Aplico al campo de la literatura lo antedicho. José Donoso[1], el extraordinario escritor chileno, gran amigo de Vargas Llosa, cuenta en algunas entrevistas lo dramático, doloroso y agónico que fue escribir y terminar su gran novela: “El obsceno pájaro de la noche”. Fue tan terrible el reto, que terminó completamente enfermo de úlceras sangrantes. Y entonces ocurría que cada vez, que retomaba su novela –la cual tenía en elaboración por varios años- nuevamente sufría de un ataque de úlceras. Era como que su propio cuerpo, su organismo, sus tripas, se opusieran, se resistieran a que él diera cauce a su creatividad y pusiera fin a su obra magna. Hasta que años después, encontrándose en una universidad norteamericana – su mujer, María del Pilar y la Pilarcita, su hija habían quedado en España- batallando con sus demonios interiores, queriendo terminar con su novela, le vino una crisis de úlceras terrible, que lo llevó al hospital. Allá, los médicos, para calmarlo, le aplicaron morfina, sin saber el efecto, podría decirse, catastrófico que le produciría. El caso es que Donoso enloqueció. Le vino una crisis de paranoia tal, que veía enemigos por todas partes en el hospital, gritaba, aullaba, se sumió en el delirio. Pero luego de un par de semanas, salió de su crisis. Y cuando fue recobrando la lucidez- así lo cuenta él- vio con completa claridad, cómo es que iba a dar curso y terminar con “El obsceno pájaro…”. Había encontrado, luego de su crisis, el tono, la atmósfera, el sentido profundo de lo que quería decir con esa novela. Así fue que la terminó, y luego se convirtió aquella en su novela más celebrada.

Quizá el caso da para un análisis mucho más profundo en términos psicológicos y humanos. Uno podría preguntarse ¿y por qué tuvo aquella crisis de paranoia?, ¿tiene algo que ver la locura con el arte, en este caso, con la literatura? ó ¿los demonios interiores- como gusta llamarlos Vargas Llosa- en el caso de Donoso, de algún modo ligados a sus sufrimientos afectivos tempranos, pues nunca se sintió amado por su padre, y por ahí, un hilo para entender su aparente homosexualidad- eran tantos y tan cargados que en determinado momento, irrumpen fuera de todo control consciente?

Pero aquí, tan sólo quisiera referir lo siguiente: Donoso por aquella época tiene miedo a dejar salir todos sus demonios interiores, tiene miedo a expresar todo lo reprimido – aquel mundo de brujas, de encantamientos, de locura, de cosas aparentemente sin sentido- pero que están ahí, y que no lo dejan vivir tranquilo. El es un artista, es un creador y busca realizarse por esa vía. Pero por años, permanece trabado, atascado, su historia, su novela, no fluye. Y él se siente mal. Entonces es que su organismo expresa la tensión, la angustia, y aparecen las úlceras. Aquellas úlceras, que amenazan con llevarlo hasta la muerte. Al final, y de modo paradójico, las mismas úlceras, en su mayor expresión de crisis, serán las que lo llevaran a descubrir el camino, que no es otro, que el de atreverse a crear libremente y escribir finalmente todo aquello que en el fondo de su ser había querido escribir. Después de ocurrido aquello, Donoso empezará a gozar de lo que se llama el éxito y el reconocimiento internacional, casi[2] al mismo nivel que un Carlos Fuentes, un Cortázar o un Vargas Llosa.

Podríamos analizar también el caso de otros grandes escritores y como la creación fue para ellos una lucha titánica, cuerpo a cuerpo con sus miedos y resistencias interiores, tal como fue el caso de José María Arguedas o Julio Ramón Ribeyro, pero eso será materia de otro artículo.

Concluyo señalando que tenemos miedo pues a ser triunfadores, miedo a lograr el éxito pleno, miedo a “tocar las estrellas con las manos”; y entonces la gran lucha cotidiana consiste en romper, superar dicha trabazón interna, atreviéndose a alzar vuelo, abriendo campo libre a nuestros sueños y viabilizar de modo terrenal, el talento. No debemos buscar coartadas para el fracaso; al contrario, estar muy atentos para no sucumbir a los torvos rumores, que desde el inconsciente parecen estar siempre al acecho.

P. Libre, 27 de Diciembre de 2010



[1] Ver: Donoso, Pilar: “Correr el tupido velo”. Alfaguara Editores. 2,009

[2] Quizá la única diferencia y por ello, el “casi” es que sus libros no se convirtieron en “best seller” mundiales, pero que tenían igual nivel literario, ni discutirlo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Mario Vargas Llosa o El miedo a la mediocridad

Monterroso tiene un cuento, en el que un viejo profesor, un tal Fombona, conoce a un joven, el poeta Feijoó. En los años siguientes, aquel se dedica a su “corrupción y embalsamamiento” hasta lograr que el muchacho deje de escribir versos y se dedique a la tertulia con los amigos, y a un trabajo alimenticio- como diría Varguitas- terminando por creer que el trabajo que realizaba: buscar las erratas en los libros, era una labor importantísima, al punto de creer que ahí se jugaba incluso los destinos de la humanidad. Cuando una vez, viene a verlo un sabio hispano, especialista en Unamuno, y lo encuentra sumido entre sus papeles, notas y pruebas de imprenta, él acepta ser presentado y con voz casi inaudible murmura algo, como: sí, mucho gusto…mientras que Fombona, hacia un costado pasaba la voz a alguien, buscaba un cerillo, o algo…

Interesantísimo. Aquí cuando se habla de corrupción, es la corrupción del alma. Es decir, que así como el cuerpo sufre de corrupción al paso de los años o de la enfermedad, es decir se va deteriorando, malogrando, muriendo; igual puede hacerse con el alma. A veces tempranamente, y en muchos casos sin que la persona se de cuenta. Cuando en la escena final, el sabio hispano va a verlo, el joven, ya tiene el alma muerta, lo cual quiere decir, que se murieron sus sueños, sus anhelos, su búsqueda de la creación y la belleza (encarnada en la poesía), ya transita por la vida, tan solo como una sombra, un ser fantasmal que dará igual que exista o que no exista. Triste final, para un joven que tenía un gran potencial, un joven poeta, que pudo jugársela con todo desde la temprana juventud, y no prestar oídos a la corrosiva voz de la mediocridad, a la machacante acción de la molicie que lo va envolviendo todo, a la moda corrupta de la trivialización de todo. Y mas bien, orientarse en la vida, escuchando sus señales interiores, aquella voz que le decía: adelante, tú estas hecho para lograr tus grandes sueños (por que ya Shakespeare lo había dicho: estamos hechos de la misma materia de las estrellas y de nuestros sueños), esa voz que le decía: vamos, que no existen milagros para unos cuantos: todos los seres humanos somos capaces de hacer milagros, y acaso lo único que hace falta es valor y determinación para atreverse.

No hay otra forma de avanzar por la vida. Bethoveen lo tuvo claro desde el principio. Por eso cuando Napoleón se volvió un dictador, le retiró su dedicatoria del hermoso Concierto para piano N° 5; igual con el gran Goethe, que no se descubrió (quitarse el gorro) ante la presencia del rey de Prusia (¿y por qué tendría que hacerlo un creador?, pensó). Es ese tipo de Hubris sana, que el hombre requiere para persistir en lo suyo, mas allá del coro de sirenas que momentáneamente lo pueden distraer de su camino. Y tener valor, para no sucumbir ante el vaho corrosivo y envolvente de los mediocres y la molicie.

Si Vargas Llosa, en su momento no hubiera tomado la determinación de dejarlo todo, por la literatura – a pesar de tener que vivir angustias económicas al principio- y hubiera optado por quedarse en Lima, dedicado a la vida bohemia, hubiera terminado como su amigo, el talentosísimo Carlitos Ney Barrionuevo, que con todo el respeto que se merece, termino siendo hoy, a los 84 años, tan solo un venerable anciano, sin mayor aporte a la cultura o la literatura nacional.

El otro se fue, se dedicó en cuerpo y alma a su pasión, la literatura, la sudó – como se dice- y hoy es Premio Nobel. Vargas Llosa, es ahora orgullo no solo de la Universidad que lo formó, San Marcos; no sólo de la tierra del rocoto relleno, Arequipa y del país que lo vio nacer, sino de toda América Latina y acaso de buena parte del mundo. Varguitas, has pasado a la posteridad. Mario, tú has vuelto a señalar el camino y así la valla ahora se encuentre muy alta, hacia allá tenemos que seguir avanzando.

P. Libre, 13 de Octubre de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

La nueva literatura

¿Por qué caminos avanza la literatura del siglo XXI?

Algunos le dicen literatura de la post modernidad, otros, literatura que dice todo y nada a la vez, otros, que es la literatura de la inmediatez, literatura que mañana solo servirá para arrumarse en los estantes de las viejas bibliotecas o en todo caso, en un afán de utilidad, acaso para envolver pescado, y eso sería su mejor logro.

Bolaño y Bryce dirían que Cortázar, nos abrió el camino para escribir desde un punto de vista completamente nuevo, algo así, como escribir en la forma que nos naciera del alma, es decir con absoluta libertad.

Antes de él, claro, Joyce, con su revolucionario monólogo interior, en la misma línea, Proust, y claro el viejo Faulkner, y luego, alimentándose de todos ellos, Hemingway. Ello permitía alcanzar una construcción polifónica de la novela, avanzando hacia lo que MV Llosa llamaría la novela total.

García Márquez, sin dejar de reconocer a los anteriores, cuenta, que cuando leyó La metaformosis, y vio aquello de: Esa mañana al despertar, Gregorio Samsa, descubrió que se había convertido en un insecto; se quedó cojudo y dijo algo así como: puta madre, ¿se podía escribir de este modo?…

Pero volviendo a redefinir las cosas, ¿qué es la literatura?

Es el universo maravilloso, mágico, especie de éxtasis en la que te sumerge la palabra. Cuando uno lee un poema, un cuento o una novela, que te captura, que te envuelve, que te seduce, que te produce aquel efecto de encantamiento- tal como aparece en el enamoramiento- y sientes, que aquel mundo, parece más real que el verdadero, entonces, estás aproximándote a lo que es literatura. Pero aquel mundo, está tan solo hecho de palabras, maravillosas palabras, que trasuntan al ser, o que en todo caso, nos conectan con lo más profundo que tenemos como seres humanos.

Y entonces, para el escritor, poeta, cuentista o novelista, el gran asunto es cómo se aproxima a dicha sensación y sentimiento, de éxtasis. Y como dice Bolaño, aquél éxtasis, quema, envuelve, atrapa, pero ocurre que muchos, se sacuden de él, acaso atemorizados. Quizá aquellos que llegaron a rozarlo, aproximarse a él, dejando de lado temores arcaicos y al final, bebieron de él, son los que se aproximaron a la genialidad.

Hemingway, decía: “una vez que el escribir (o LEER), se ha convertido en el mayor vicio y en el mayor placer de la vida, solo la muerte puede ponerle fin”.

Escribo estas reflexiones y recuerdo que hace 25 años, me plantee seriamente, definir un camino en la vida: o era la literatura, o era la política, o era la psicología. Aquella vez, luego de la desilusión de la política, solo me quedaba la literatura o la psicología. Al final opté, como ya lo he dicho, por ser psicólogo de profesión, pero teniendo siempre a la literatura como profunda vocación.

PRESENTACION

En algún momento, me he preguntado de qué forma puedo ayudar de mejor modo a mi país. En principio pensé que era a través de la política militante, pero con todo lo que aconteció en el Perú a partir de los 80 - los terribles sucesos de la guerra sucia, el terrorismo, la corrupción- en donde directamente se vieron implicados, no solo los partidos revolucionarios de aquel entonces, sino también los viejos partidos tradicionales, las fuerzas armadas, el poder judicial, los servicios de inteligencia, hasta llegar a los partidos politicos actuales, directamente comprometidos con la mantención del status quo; me fueron alejando de dicha opción.
Fue entonces que me fui acercando a la psicología, por un lado, no solo como interesante opción de trabajo profesional y de investigación, sino también como una forma de tratar de conocer a mayor profundidad los recovecos de la mente humana.
Y por otro lado, me fui reencontrando con la literatura, una amada inquietud desde la infancia y la adolescencia, también como una forma de tratar de dar cuenta de lo que ha ido aconteciendo en mi país. De ahí es que pude, en los últimos años, escribir diversos cuentos, poesía, relatos y hasta 3 novelas.
De tal modo, que ahora, con este blog, quiero dar inicio a una fase en mi vida, en la cual trataré de dar a conocer dichos escritos, pero que tambien sirva de tribuna para analizar los problemas acuciantes del país: corrupción, violencia, violación de derechos humanos, y otros flagelos que nos azotan.
Invito pues a todos Uds. a que tambien me hagan llegar sus comentarios y opiniones.
Se abre el blog: Perú, drama y esperanza, para todos.
RC