En frase de antología, Zavalita, de cara hacia la transitada y sucia avenida Tacna, en pleno centro de Lima, se pregunta: ¿En qué momento se jodió el Perú?[1] Desde entonces han transcurrido algo más de 40 años y aquella pregunta, de cuando en cuando, repica todavía en nuestras conciencias. Repica con más fuerza aún, en época cercana a las elecciones nacionales. Y es que aún no deja de sorprendernos el hecho de que la hija del dictadorzuelo y ladrón de ojos rasgados, cuente con cerca de un 20% de apoyo electoral. Y entonces uno se pregunta: ¿es posible que los peruanos sigamos sufriendo de este mal de la memoria, especie de síndrome de Korsakoff nacional?[2]
No está lejos de la verdad, Hildebrandt –el valiente periodista nacional- cuando refiriéndose a aquél, dice: “hombre que emputeció a las fuerzas armadas, hizo del Congreso un chiquero y suprimió el orden constitucional”. Eso, y el haber saqueado las arcas nacionales –los miles de millones de dólares por el remate de las empresas públicas- con la banda, que encabezaba su siamés moral, Montesinos, además de la sistemática violación a los derechos humanos, sería suficiente como para marcar a fuego a dichos sujetos, para nunca más pensar en un retorno a su brutal y delincuencial régimen.
Pero, como bien se dice, una cosa son los deseos y otra, la dura realidad. A inicios del 2005 –hacía unos escasos 4 años de la caída del régimen- en pleno gobierno de Toledo, se produjo el llamado Andahuaylazo, asonada ridícula encabezada por los trasnochados hermanos Humala. De inmediato empezaron a sonar voces, por diversas partes del país, que le brindaban apoyo moral a dicha aventura. En el fondo, eran los mismos de siempre, aquellos que nunca confiaron en el sistema democrático, y que insultos más o insultos menos, consideraban a Toledo, un inepto, para gobernar el país. Y entonces, fantaseaban con la vuelta al poder del hombre fuerte. Es sorprendente, pero en ese contexto, en algunos sondeos de opinión realizados, Fujimori, empezó a contar nuevamente con importante apoyo. Increíble, pero así es nuestro país. Luego vino todo el suceso referido a la captura del impresentable nisei, su juicio y condena, hoy su purga en prisión, y sin embargo, existe aún en la sociedad peruana, una vertiente dura de fujimorismo supérstite.
Y no se piense que solo se trata de sectores empobrecidos de la sociedad peruana, aquellos humildes hombres y mujeres que en los lugares más alejados del país, recibían agradecidos un kilo de arroz o una botella de aceite de parte de los funcionarios del régimen; sino también de sectores de clase media y alta en el país. Claro, por que en primera instancia, cuando uno se pone a pensar en cómo fue posible que se instaurara un régimen de horror, de desprecio a los derechos humanos, de repudio a los partidos políticos y de práctico rechazo al sistema democrático, uno podría decir, que no se valora lo que no se conoce, y por tanto, sería una interpretación más aplicable para lo que pudiera suceder con los primeros sectores sociales mencionados, pero ¿cómo entenderlo en mente de personas medianamente ilustradas?
El suceso más sorprendente fue acaso el de aquel cura, hoy cabeza de la Iglesia católica peruana, cuando refiriéndose a los derechos humanos, dijo que eso era una cojudez. Entonces, en el fondo del asunto, hay una cuestión de Valores. Y en esencia es como que a cada momento se manifiesta en los diversos actos de nuestras vidas, la eterna lucha entre el orangután que llevamos dentro, aquella ineludible naturaleza biológica, todo aquello que nos viene de fábrica – y ahí tenemos entonces a los impulsos primarios, las reacciones elementales de ira, violencia, miedo, placer- es decir todo aquello que nos liga y emparenta con nuestros antecedentes proto humanos vs. aquello que trae la civilización, la educación, los valores de la tolerancia, el respeto al otro, la libertad; expresión toda ella de la conquista civilizatoria, asunción y defensa irrestricta de los derechos de la persona humana.
Y esta conquista a nivel de valores, que es lo único que nos diferencia de lo primitivo, de lo salvaje, de lo prehistórico, se incuba al interior de cada mente individual, teniendo como soporte micro social, a los padres, la familia y luego, su comunidad. Los prejuicios, el racismo, la intolerancia, es lo natural; eso viene de fábrica. El respeto al otro, la tolerancia, la libertad, eso se aprende, se logra con la educación – que nace desde el hogar y que en el mejor de los casos, se redondea en la escuela, pero más aún, en el conjunto de la sociedad-; y ello es lo que finalmente nos hace verdaderos seres humanos. Lo otro es pre historia y cultura de las cavernas. No sigamos pues jodiendo al Perú, cada día.
P. Libre, 30-12-10